En silencio el cautivo por las calles navega, por las calles ora, por las calles llora. Andando va el cautivo con sus muñecas atadas, y pasa el umbral de San Bartolomé mientras un escalofrío lento sacude el alma. Y en silencio y detrás de sus huellas, camina su Madre... ¿Qué es la muerte, Soledad? La muerte es una cadena que se ata y que se parte en los brazos del cautivo, del Hijo de la columna, columna en la que se aferra el cuerpo cubierto de llagas como último consuelo, como último suspiro que agota el alma, que clama y suspira misericordia, piedad ante la injusticia de una sentencia.
Viernes Santo, el día en el que el mismo Dios baja del cielo. El que anduvo por las aguas, el que morirá en el madero, Él mismo, con sus abiertas llagas afrenta la turbia mañana, y en silencio...
¿Qué es la muerte, Soledad? La muerte es una pregunta, la muerte es ausencia, la muerte son unos clavos que atraviesan el verbo hecho carne y se clavan en el corazón de una madre, la muerte son las burlas, el desprecio, los latigazos, las llagas...
Y el Cautivo mira a su pueblo con una mirada ausente, con una mirada como pena amarga, con una mirada que penetra el alma y transmite lo que la boca calla. Una mirada que al lado de la columna quebranta el silencio, interpela al devoto y remueve al infiel. Una mirada que pregunta el por qué, que ve en lo oculto, que conoce a sus hijos... ¿Qué es la muerte, Soledad? La muerte es el silencio, el silencio de un Hijo que llora las traiciones, el silencio de unos discípulos que niegan a su amigo, el silencio de aquellos que prometen y olvidan al Cautivo, el silencio al negar nuestra fe, silencio del que muchos somos responsables. Y mientras nosotros callamos, el cautivo ora, el cautivo carga nuestra cruz, el cautivo sale a la calle herenciana a recordarnos que nuestro silencio condena, que nuestro silencio esclaviza, que nuestro silencio mata.
Y pasa la muerte, y pasa resurrección, y ahí queda Soledad, con su carita de pena como una estrella reluciente, con su manto negro y oro, con el dolor entre sus manos, preguntándose dónde están aquellos que, días antes prometían a su Hijo y días después deciden optar por el silencio.
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