Esas eran las palabras de inicio hace cuatro años para anunciar que la reina de San Bartolomé, Soledad, era vestida de hebrea por primera vez. Un año más, el primer viernes de Cuaresma, Nuestra Madre de la Soledad se viste con un atuendo característico que recuerda a la manera de vestir de las mujeres hebreas. Este cambio obedece a una tradición que lleva a mostrar una indumentaria más aust era para la Virgen María, alejada de la riqueza, los encajes o los bordados que suelen estar presentes en otras épocas del año. Pero ya no se sabe cuando está más guapa si de hebrea, de luto, en Navidad o de Reina en Semana Santa. Para quien desconozca esta tradición podemos decir que es reciente, comenzaba a inicios de los años veinte del siglo pasado. Generalmente, todos los vestidores siguen unos mismos patrones dentro de este estilo, aunque cada vestidor aporte su toque particular. Las dolorosas acostumbran a llevar una saya de color rojo burdeos, bien en terciopelo o en tela de damasco, y un manto azul con vueltas blancas. Anudado a la cintura, las imágenes llevan generalmente un fajín de tela rayada que, a veces, bordea también el tocado, compuesto casi siempre por una tela de raso o de seda de color claro. No lleva corona, sin embargo si lleva la corona de espinas o los clavos en sus manos. Antonio Martín-Viveros nos tiene acostumbrados a sorprendernos y cada año los hace más. Así como decimos tradicional y dentro de los cánones, pero con la novedad y el carácter personalísimo que esta imagen confiere a todas sus vestiduras. Sus rasgos y su postura, tan propias, tan identificativos, hacen que, también vestida de hebrea siga siendo Única, la Soledad. No se puede decir más frente a la evidencia de la belleza, ante el sentir de ponerse ante ella y notar cómo caminamos juntos hacia la cruz, hacia el dolor que llevará a la gloria. Soledad, bellísima en tu Cuaresma.
José Manuel Martínez Pedrajas